Test de actividad de DAO: Cómo ayuda este examen en la intolerancia a la histamina
La enzima diaminooxidasa (DAO) es la principal enzima intestinal involucrada…
Sigue leyendoLa alimentación es el proceso mediante el cual los organismos obtienen e incorporan alimentos o nutrientes para sus funciones vitales, como el crecimiento y la reproducción. Es fundamental para mantener la temperatura corporal a través del sistema digestivo, ya que produce enzimas que descomponen los alimentos calóricos.
Con el ajetreo diario y la preferencia por una alimentación más rápida y práctica, para muchos, alimentarse hoy en día es sinónimo de consumir productos industrializados, alimentos envasados, semipreparados, con alto contenido de sal, aditivos, grasas y azúcares.
Como resultado, la presencia de estos aditivos y contaminantes de origen químico o bacteriológico, así como el gran número de antígenos alimentarios, pueden explicar fácilmente la alta frecuencia de reacciones adversas a los alimentos.
No se conoce con certeza la verdadera incidencia de estas reacciones, que pueden recibir denominaciones como: reacción adversa a los alimentos, alergia alimentaria, hipersensibilidad a los alimentos y intolerancia alimentaria (1).
Las definiciones de intolerancia alimentaria son variadas y pueden incluir: cualquier reacción adversa a los alimentos de carácter no inmunológico; la incapacidad de digerir completamente carbohidratos (principalmente disacáridos), siendo la lactosa la más importante; una reacción de hipersensibilidad del tipo III (una respuesta inmune tardía mediada por IgG); o incluso como una respuesta del organismo a la ingesta de ciertos alimentos, en la cual el organismo tiene dificultad para digerir, metabolizar o absorber ciertos nutrientes, lo que resulta en un malestar extremo que puede estar asociado con varios sintomas (1,2)
Esto ocurre debido a la falta de enzimas necesarias para la digestión y absorción adecuadas de un determinado alimento, lo que termina activando el sistema inmunológico, que actúa contra estos productos.
Se cree que la prevalencia de la intolerancia alimentaria en la población en general es del 5 al 20%; sin embargo, debido a datos insuficientes o subdiagnosticados, la verdadera prevalencia sigue siendo desconocida (3).
La mayoría de estas reacciones adversas son el resultado de contaminación, reacciones farmacológicas tóxicas, metabólicas y/o neuropsicológicas causadas por factores no inmunológicos. Por lo tanto, se tratan como intolerancia y no como alergia alimentaria (4-6).
Existen diferentes factores que pueden alterar la funcionalidad del sistema inmunológico o la permeabilidad intestinal (como el estrés, las infecciones, los antibióticos o el uso excesivo de antiinflamatorios), lo que aumenta la probabilidad de presentar reacciones de intolerancia alimentaria.
Se sugiere que el aumento de la permeabilidad intestinal pueda causar intolerancia mediada por IgG, lo que permite que las sustancias alimentarias tengan acceso a la circulación y desencadenen la producción de IgG específica para proteínas alimentarias (7).
Una mayor producción de IgG específica para alimentos está asociada con la disminución de la producción de anticuerpos de citocinas antiinflamatorias, como IL-10 y TGFb1, implicadas en el síndrome del intestino irritable (8)
Este tipo de intolerancia está relacionado con diversos síntomas inespecíficos, desde erupciones cutáneas, urticaria, asma, cólicos abdominales y diarrea, hasta manifestaciones neurológicas como migrañas (9-12).
Las intolerancias alimentarias pueden ocurrir con una variedad de alimentos, pero las más comúnmente reportadas son la intolerancia al gluten y la intolerancia a la lactosa.
El gluten es una mezcla de proteínas prolaminas (proteínas de almacenamiento vegetal con una alta cantidad de prolina y que se encuentran en las semillas de cereales), presentes principalmente en el trigo, la cebada, el centeno y la avena.
Las proteínas del gluten son altamente resistentes a la descomposición (hidrólisis) mediada por enzimas del tracto gastrointestinal. Por lo tanto, la intolerancia al gluten es causada por la incapacidad del intestino delgado para digerir estas proteínas (13). Esto provoca que el intestino se inflame, causando dolor y otros trastornos digestivos.
Atualmente, existen varias formas de prevenir los síntomas, siendo la más común la dieta sin gluten, que ha demostrado su eficacia, la terapia enzimática y programas de prevención como sustituir la harina de trigo por harina de garbanzo o por productos con harina de maíz.
Además, es importante verificar las etiquetas de los productos con la indicación “sin gluten” y leer siempre la composición de los productos adquiridos, ya que pueden contener trazas de gluten, incluso si parece imposible.
La lactosa es el azúcar que se encuentra en la leche. Este azúcar se descompone (hidroliza) en el intestino por la enzima lactasa en dos partes más pequeñas, galactosa y glucosa, lo que hace que estas moléculas se conviertan en energía para nuestro organismo.
La lactosa puede no ser metabolizada por el sistema digestivo cuando hay una disminución en la capacidad de hidrólisis, es decir, una disminución de la actividad de la enzima lactasa en la mucosa del intestino delgado, lo que caracteriza la intolerancia a la lactosa (16).
La leche y sus derivados son la única fuente de lactosa en la dieta. La lactosa de los productos lácteos debe ser digerida para su uso por las células intestinales. Sin este proceso de hidrólisis o digestión, la lactosa produce un cuadro clínico caracterizado por dolor abdominal, náuseas, flatulencia y diarrea, que ocurren debido a la ingesta de alimentos que contienen lactosa. La intensidad de los síntomas varía dependiendo de la cantidad de lactosa ingerida y aumenta con la edad.
La intolerancia a la lactosa ocurre cuando hay un desequilibrio entre la cantidad de enzima lactasa presente en la mucosa intestinal y la cantidad de lactosa ingerida que alcanza el tracto digestivo. El exceso de lactosa no digerida permanece en el lumen de la mucosa intestinal, lo que provoca las alteraciones características del cuadro clínico (15).
Para prevenir los síntomas, se recomienda evitar temporalmente la leche y los productos lácteos de la dieta, no ingerir nada que contenga cantidades elevadas de lactosa y consumir bebidas vegetales de arroz, soja o avena, que son un buen sustituto de la leche.
Las mayores concentraciones de lactosa se encuentran en la leche y el helado, mientras que los quesos generalmente contienen cantidades menores. Por lo tanto, es importante leer la composición de los productos adquiridos, lo cual puede no ser tan fácil debido a la presencia de alimentos con lactosa no identificada en su composición (16).
No obstante, se debe evitar la exclusión total y definitiva de la lactosa de la dieta, ya que puede ocasionar déficits nutricionales de calcio, fósforo y vitaminas, y estar asociada con una disminución de la densidad mineral ósea y fracturas (17).
La mayoría de las personas intolerantes a la lactosa pueden ingerir 12 g/día de lactosa (equivalente a un vaso de leche) sin presentar síntomas adversos (18). El consumo de productos lácteos sin lactosa ayuda a garantizar la ingesta de calcio.
El diagnóstico de la intolerancia alimentaria generalmente no es directo y requiere una comprensión de la presentación de las manifestaciones clínicas, incluida la gravedad y el momento de inicio de los síntomas.
Debido a la sintomatología inespecífica, la incapacidad para ser detectada en pruebas cutáneas y la falta de una respuesta rápida de causa y efecto, las intolerancias alimentarias son aún más difíciles de detectar.
Dado que existen diferentes mecanismos de intolerancia alimentaria, que van desde farmacológicos hasta deficiencias enzimáticas (por ejemplo, la absorción de lactosa) y disfunciones gastrointestinales no específicas, su diagnóstico puede ser aún más complicado.
Con el avance de la ciencia y los exámenes de innovación, como el examen A200, la identificación del perfil de hipersensibilidad alimentaria a través de estos exámenes, que evalúan los principales alimentos relacionados con este tipo de reacción, ha garantizado una mejor orientación en la conducta clínica y, consecuentemente, en el tratamiento del paciente.
Las intolerancias alimentarias, en general, pueden estar asociadas con síntomas después del consumo recurrente de algún alimento específico. Algunos síntomas comunes de la intolerancia alimentaria son:
Eliminar de la dieta los alimentos que causan la intolerancia mejora significativamente los síntomas.(10,11,19,20).
La alergia alimentaria es una reacción inmunológica desencadenada justo después de la ingesta de un determinado alimento, incluso en pequeñas cantidades. La principal causa es la producción de anticuerpos de inmunoglobulina E (IgE) y se conoce como reacción de hipersensibilidad tipo I. La alergia alimentaria ocurre cuando el sistema inmunológico reacciona exageradamente a una sustancia normalmente inofensiva, llamada alérgeno o desencadenante.
Los casos de intolerancia alimentaria (como la intolerancia a la lactosa y al gluten) son comunes. Sin embargo, los casos de alergia alimentaria son más raros. (21). Se estima que la alergia alimentaria afecta alrededor del 6 al 8% de los niños menores de tres años, siendo que los pacientes con otras enfermedades alérgicas (22) presentan una mayor incidencia de alergia alimentaria, pudiendo encontrarse en el 38% de los niños con dermatitis atópica y en el 5% de los niños con asma, y hasta en el 3% de los adultos.
Se han reportado factores como predisposición genética involucrados en la patogénesis de la alergia alimentaria. Estudios indican que del 50% al 70% de los pacientes con alergia alimentaria tienen antecedentes familiares de alergia. Se estima que si al menos uno de los padres presenta alergia alimentaria, la probabilidad de que sus hijos sean alérgicos es del 75% (22).
– Alergias alimentarias no mediadas por IgE: También existen las alergias alimentarias no mediadas por IgE (23), que afectan principalmente el tracto respiratorio. Se cree que las células T específicas de alérgenos están relacionadas en la etiología de síndromes inducidos por proteínas alimentarias, como la enterocolitis, proctocolitis y enteropatía.
Estas patologías afectan principalmente a bebés y niños alérgicos a la leche de vaca y generalmente cesan alrededor de los 1-5 años. Debido a la falta de pruebas diagnósticas, su prevalencia permanece incierta.
– Alergia alimentaria mediada por IgE: Otro tipo de alergia alimentaria es conocida por ser provocada por una vía mixta (25), caracterizada por vías dependientes e independientes de IgE. Provoca manifestaciones atópicas debido a factores independientes de IgE, como dermatitis atópicas (24), que están asociados con alergia alimentaria tardía (los síntomas aparecen de 6 a 48 horas después de la ingestión del alimento), siendo provocada por la acción de las células T helper2 (TH2) y trastornos gastrointestinales eosinofílicos, provocados por la infiltración de eosinófilos en los tejidos.
Los síntomas de la alergia alimentaria pueden ocurrir justo después de consumir ciertos alimentos y pueden afectar diferentes sistemas del organismo como la piel, el tracto gastrointestinal, el sistema cardiovascular y respiratório (21).
Los síntomas incluyen dolor abdominal, náuseas/vómitos, ronquera, urticaria, erupciones cutáneas, picazón, hinchazón en la boca, labios, ojos, lengua y garganta, dificultad para tragar, congestión nasal, dificultad para respirar e incluso síntomas más graves como anafilaxia y colapso cardiovascular.
Los síntomas más comunes de alergias alimentarias mediadas por IgE incluyen: (25)
Los casos de alergia alimentaria mixta difieren según su asociación. Los casos asociados con dermatitis atópica muestran un empeoramiento en el cuadro. Los casos de esofagitis eosinofílica pueden presentar vómitos, alteraciones en el crecimiento, disfagia y acidez, y en relación con otros trastornos gastrointestinales eosinofílicos, varían según la región y el compromiso gastrointestinal.
Los casos de alergias alimentarias no mediadas por IgE pueden resultar en síntomas como vómitos graves en caso de exposición intermitente, diarrea y dificultad para mejorar en caso de exposición crónica, sangrado rectal y esteatorrea (exceso de grasa en las heces) debido a la mala absorción.
El diagnóstico de la alergia alimentaria se realiza mediante el análisis de los síntomas, teniendo en cuenta la descripción del paciente y los signos presentados. Algunas pruebas se realizan comúnmente para ayudar en el diagnóstico final:(26)
Cuando se realizan de forma aislada, no confirman el diagnóstico de alergia alimentaria, solo detectan la presencia de anticuerpos IgE específicos para ciertos alimentos, demostrando sensibilización.
Es un test muy utilizado en pacientes con alergia a la leche mediada por IgE. Alrededor de 1/3 de los pacientes con dermatitis atópica tienen alergia a la leche de vaca y cerca del 50% de los lactantes alérgicos a la leche presentan dermatitis atópica. Aunque puede resultar en falsos positivos (hasta un 24%) en niños con dermatitis atópica, los resultados falsos negativos son poco comunes (27).
Realiza la dosaje de anticuerpos IgE específicos para alimentos sospechosos. La prueba revela la presencia o ausencia de IgE para ciertos alimentos. No necesariamente indican que la ingesta resulte en reacciones clínicas.
Sin embargo, los resultados son muy valiosos cuando son negativos, ya que debido a su alta sensibilidad, son aproximadamente un 95% precisos para excluir reacciones mediadas por IgE. Sin embargo, un resultado positivo está asociado con reacciones clínicas verdaderas solo el 50% de las veces.
Proporcionan evidencia de alergia alimentaria mediada por IgE. La metodología de inmunoensayo fluorescente enzimático (CAP System) es la más indicada para los casos de alergia alimentaria sintomática.
El resultado del análisis de los niveles cuantitativos de IgE específicos ha aumentado considerablemente el valor predictivo positivo y ha eliminado la necesidad de realizar pruebas de provocación oral en aproximadamente el 50% de los casos (28).
Basado en el análisis del historial médico y del examen físico sugestivo de alergia alimentaria, se realiza la exclusión de la dieta del alimento sospechoso, cuando se identifica. Después de 2-6 semanas de exclusión del alimento, los síntomas pueden o no desaparecer.
Sin embargo, una respuesta clínica favorable a una dieta de exclusión no tiene una buena confiabilidad y puede ser solo una coincidencia. También se utiliza para los casos de alergia alimentaria no mediada por IgE.
Cuando los signos y síntomas desaparecen después de la exclusión, se sugiere una prueba de provocación oral para confirmar el diagnóstico del alimento sospechoso. La prueba consiste en administrar el mismo alimento al paciente, y se considera positiva si los síntomas reaparecen.
Estes testes se indican para comprobar el diagnóstico o para determinar si el paciente ya ha desarrollado tolerancia al alimento, pero están contraindicados en caso de historial de reacciones anafilácticas graves. Se requiere la supervisión de un médico especializado para realizar la prueba. También se utilizan en casos de alergia alimentaria no mediada por IgE.
Utilizada en casos de sospecha de alergia alimentaria mixta relacionada con trastornos gastrointestinales eosinofílicos, provocados por la infiltración de eosinófilos en los tejidos. Se realiza después de un período de 2-3 meses de inhibidores de la bomba de protones para descartar el reflujo gastroesofágico como posible causa.
Indicada para los casos de síndrome de enterocolitis inducida por proteínas alimentarias. Busca detectar atrofia de las vellosidades e hiperplasia de la cripta.
Hasta el momento actual, no existe un tratamiento definitivo para la alergia alimentaria, siendo el estándar de cuidado la exclusión de los alérgenos y el tratamiento de las reacciones sistémicas con epinefrina.
La epinefrina actúa revirtiendo el edema, la urticaria, el broncoespasmo, la hipotensión y los síntomas gastrointestinales en cuestión de minutos. Se considera más eficaz en el tratamiento temprano (después de 6 minutos de exposición), siendo la respuesta temprana el factor principal en la prevención de muertes por anafilaxia (29).
Se estima que aproximadamente el 20% de las personas que tienen alergia alimentaria pueden experimentar una reacción bifásica (30), donde hay recurrencia de los síntomas pocas horas después del tratamiento inicial con epinefrina.
Otros medicamentos, como antihistamínicos o bloqueadores específicos de los receptores H1, se utilizan para tratar los síntomas locales de la alergia alimentaria. Los síntomas gastrointestinales pueden tratarse con bloqueadores de los receptores H2. Sin embargo, los medicamentos disponibles solo tratan los síntomas y no la causa de las alergias alimentarias.
La inmunoterapia de desensibilización consiste en la administración sublingual, oral o dérmica de un extracto del alérgeno (30). Representa un gran avance en el tratamiento de la alergia alimentaria.
Las dosis diarias del alérgeno comienzan en el rango de miligramos y aumentan gradualmente durante un período de días o semanas.
Un estudio multicéntrico, aleatorizado y doble ciego evaluó la inmunoterapia de desensibilización sublingual en 40 individuos con alergia a los cacahuetes, con una respuesta definida para tolerar una dosis de 5 g de polvo de cacahuete o un aumento de 10 veces la dosis inicial. Después de 44 semanas, el 70% de los 20 individuos en tratamiento aumentaron la dosis tolerada de 3,5 mg a 496 mg (equivalente a aproximadamente dos cacahuetes). La inmunoterapia oral es un tratamiento prometedor que permite que la mayoría de los niños con alergia alimentaria puedan ser desensibilizados a cantidades considerables de alimentos alergénicos.
Debido a las dosis más altas de alérgenos utilizadas en la inmunoterapia oral, en comparación con otras, los pacientes pueden ser desensibilizados no solo para evitar reacciones que representen un riesgo de vida debido a la exposición accidental, sino también para ser capaces de consumir cantidades determinadas de los alimentos alergénicos.
La comprensión de los mecanismos de los procesos moleculares involucrados en la sensibilización de los individuos ha permitido el desarrollo de anticuerpos monoclonales. (31) como agentes terapéuticos para ayudar al bloqueo de la sensibilización.
Resultados prometedores indican que la inmunoterapia oral en conjunto con anticuerpos monoclonales puede permitir que el sistema inmunológico se desensibilice a alérgenos alimentarios de manera más rápida y segura que solo con la inmunoterapia oral.
Sin embargo, se están llevando a cabo ensayos clínicos adicionales para confirmar la seguridad y eficacia de los anticuerpos monoclonales, optimizar las dosis de mantenimiento y evaluar la sostenibilidad de la desensibilización o el establecimiento de tolerancia.
Ante cualquier sospecha de intolerancia alimentaria o alergia alimentaria, consulte a un médico especializado para que la clínica sea evaluada correctamente y así se pueda establecer un tratamiento eficaz.
La alergia alimentaria es una hipersensibilidad que desarrollamos a ciertos alimentos, mediada por inmunoglobulinas de clase E (más conocidas como IgE) que desencadenan reacciones inmediatas (llamadas reacciones de hipersensibilidad tipo I) con posible implicación de la mucosa, piel, vías respiratorias, tracto intestinal y sistema vascular.
La alergia alimentaria primaria se basa en la sensibilización (temprana) de IgE contra proteínas animales (por ejemplo, leche de vaca, huevos de gallina) o proteínas vegetales (por ejemplo, maní, avellana o trigo).
En el caso de las alergias alimentarias secundarias, la IgE contra proteínas de polen (por ejemplo, abedul) reacciona con proteínas alimentarias estructuralmente relacionadas (con reacciones cruzadas a frutos de hueso, por ejemplo).
La alergia alimentaria ocurre cuando el organismo busca defenderse contra la entrada de ciertos alimentos, aunque sea en pequeñas cantidades. Al identificarlos como extraños, el organismo produce anticuerpos para su defensa.
Las alergias alimentarias suelen aparecer cuando el paciente es muy joven. Sin embargo, las intolerancias pueden aparecer en cualquier momento debido a la dificultad de digestión de ciertos alimentos, y son más frecuentes a medida que envejecemos.
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